Evo Morales, el líder indígena que busca prolongar el cambio en Bolivia

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La Paz.-Evo Morales, convertido en el presidente con más tiempo en el poder en la historia de Bolivia, aspira a mantenerse como el líder indígena de América, pese a las críticas de desgaste de su imagen en casi catorce años en el poder.

Morales, que va por un cuestionado cuarto mandato, confía en batir su récord electoral y lograr el 70 % de los votos en las urnas el próximo domingo 20 de octubre.

El actual gobernante se enfrenta a un escenario en el que las encuestas le dejan lejos del 64,22 % con el que fue reelegido por primera vez en 2009, e incluso amenazan con que su principal rival, el expresidente Carlos Mesa de la alianza Comunidad Ciudadana, le derrote en una segunda vuelta.

El líder del Movimiento al Socialismo (MAS), que a finales de este mes cumplirá 60 años, busca contra viento y marea terminar el plan que diseñó para su país, la agenda patriótica 2020-2025.

El sindicalista cocalero que en 2006 se convirtió en el primer presidente indígena salido de las urnas en el país suramericano, uno de los pocos en la historia en América, mantiene su anhelo de extender su proceso de cambio hasta 2025, año del Bicentenario de la Independencia de Bolivia.

Morales nació en una comunidad andina en el seno de una humilde familia campesina aimara y solo terminó el bachillerato, pero en «la escuela de la vida» de joven aprendió oficios desde pastor de llamas a panadero, albañil y trompetista.

Luego migró al Chapare, una zona cocalera en el departamento de Cochabamba, donde ascendió hasta líder sindical, lo que le catapultó a la silla presidencial en 2006 por primera vez y con los años se convertiría en el presidente con mayor permanencia en el poder en Bolivia.

Su llegada al poder fue encumbrada por movimientos sociales, deslumbró a muchos más allá de América Latina, a la vez que desencadenó los recelos de otros con decisiones como la nacionalización de recursos naturales como el gas, enfrentándose a multinacionales con las que ahora en cambio se prodiga en firmas de contratos estatales.

Morales pasó de ser el humilde sindicalista que vestía de forma sencilla incluso en actos oficiales ante poderosos líderes mundiales, al presidente que desde la azotea de su nuevo palacio se transporta en helicóptero o se baja del avión privado en un traje de diseño con adornos andinos.

El gobernante cumple todos los días una apretada agenda que arranca de madrugada para participar en un rosario de actos por todo el país, donde le agradecen las obras entregadas y se acercan para sacarse una fotografía o darle la mano.

Morales, uno de los pocos defensores que quedan del socialismo del siglo XXI en Latinoamérica, en estos años de Gobierno siempre se jactó de la estabilidad económica del país y de mantener a Bolivia con uno de los crecimientos más altos y sostenidos en América, de más del 4 % durante varios años.

Pero la bonanza económica o la reducción del 38,5 al 15,2 % de la pobreza extrema en este periodo o el crecimiento del PIB per cápita de 961 a 2.392 dólares, que usualmente señala en sus repetitivos discursos en el país y en el extranjero, no le garantizan ahora su permanencia en el poder.

A pesar de que hace cinco años él mismo dijera que al terminar esta gestión le gustaría retirarse para abrir un restaurante en Cochabamba, encontró la manera para presentarse de nuevo a estas elecciones, de forma muy cuestionada en Bolivia y por una parte de la comunidad internacional.

Logró una sentencia a su favor del Tribunal Constitucional en 2017 y con base en ella la habilitación del órgano electoral en 2018, aunque los bolivianos le habían dicho que no en un referéndum en 2016 con el que pretendía borrar el límite constitucional de mandatos consecutivos.

A pesar de los resultados del referéndum, que manifestó que iba a respetar, aspira un cuarto mandato consecutivo.

El temor a que se perpetúe en el poder caló entre una parte de la sociedad boliviana que sale a las calles a marchar y a protestar para que se respete la decisión del pueblo en ese referéndum.

En este mes se realizaron varios cabildos ciudadanos contra la candidatura de Morales que congregaron a miles de personas, que determinaron desconocer un eventual nuevo triunfo del gobernante.

Los años han mostrado contradicciones entre su hablar y su actuar, sobre todo en el cuidado del medioambiente o en su condición indígena, lo que ha desgastado su imagen.

Un Evo Morales que va a organismos internacionales a hablar sobre la Pachamana, la Madre Tierra, y los pueblos indígenas.

Y otro que gobierna Bolivia aprobando decretos que autorizan quemas controladas, propiciando grandes incendios incluso en espacios naturales, como denuncian muchas voces tras el desastre que recientemente calcinó millones de hectáreas en la Chiquitania.

O intentando construir carreteras en medio de parques nacionales y territorios indígenas, una de las principales críticas de quienes le recuerdan la dura represión a la marcha de las comunidades originarias del Tipnis en 2011.

Sin temor a plantar cara a Estados Unidos, expulsando a su embajador y a la DEA (Administración para el Control de Drogas?)? al inicio de su Gobierno, o de llevar, sin éxito, a Chile ante el Tribunal de La Haya en el eterno conflicto por una salida soberana al mar, años después se le reprocha el vender su país a multinacionales de China o dejarla en evidencia ante el mundo manteniendo aliados como el mandatario venezolano, Nicolás Maduro.

«Futuro seguro» es el lema electoral con el que quiere que su proceso de cambio prosiga como exponente en América de la lucha por la igualdad y contra la discriminación que le valió en su día el reconocimiento en Bolivia y a los ojos del mundo. EFE