La Próxima Lluvia del escritor argentino Francisco «Tete» Romero, será presentado hoy miércoles 7 de agosto a las 19:00 horas en la librería Nicolás Guillén de Asunción, sito en Oliva y O´Leary.
En esta última edición el prólogo es del gran narrador paraguayo Javier Viveros y la presentará, en esta ocasión, otro muy buen escritor paraguayo Marco Augusto Ferreira, explicó Romero durante la entrevista en el programa Paraguay 920.
Sobre el libro, explicó que trata sobre la vida de Seba, fotógrafo y periodista, pero sobre todo es un narrador insomne, incansable. Afirmó que a través de él, canaliza sus obsesiones: la historia y sus penumbras, la política y su heroísmo muchas veces vano, la desigualdad social, la inequidad humana, el desamparo constante, los efectos postergados, la soledad suprema.
Agregó que a Seba ya lo conocemos de su novela anterior, Eclipse de mujer, en la que una moderna Scherezade la revela el amor imposible en una terraza borrosa de Resistencia. En La próxima lluvia han pasado muchos años y Seba, como un Ulises Deshilachado, vuelve a su Ítaca con motivo de la muerte de su madre, otra mujer desdibujada en la bruma.
Significó que al igual que el héroe homérico, Seba es arrestado por las circunstancias. Pero ya no son aquellas circunstancias a las que se ha asomado como periodista o como combatiente de Malvinas, sino a otras menos épicas, emparentadas con la macabra posmodernidad en que todo pierde su sentido.
Sobre el texto
Cuenta Francisco “Tete” Romero: “Escribí la novela “La próxima lluvia” en dos años: en el verano de 2002 y de julio a diciembre de 2013. Dato curioso, cuando empecé a escribirla la situaba en el 2016 y se trataba de un texto distópico, un mix y cruce entre la ciencia ficción y el policial negro. Pero lo que nos aconteció desde diciembre del 2001 alteró todos mis planes y por años abandoné su escritura.
Resaltó que es una trama compleja que nos remite, por un lado, a una coordenada de tiempo y espacio que es la de Seba, fotógrafo, ex combatiente de Malvinas –personaje narrador de mi novela Eclipse de mujer- que regresa después de 13 años a Resistencia porque recibe la noticia de que su madre se está muriendo. No llega a tiempo. Escribe en su cuaderno verde como si le hablara a su madre un texto de despedida y cuando está abandonando Resistencia se topa con un tiroteo y se convierte en testigo indeseado de unos crímenes. La banda que los comete está integrada por jóvenes veinteañeros de una clase media baja pauperizada liderados por un ex federal. Su plan era arrebatarle la plata de la droga que viene de uno de los carteles que quiere entrar en la región en complicidad con la policía correntina; la banda actúa, por su parte, para la policía chaqueña que es socia del cartel de mayor peso. Seba se convierte en su rehén durante 48 horas. En cada guardia de los que vigilan la guarida donde se esconden, Seba como si fuera Scheherezade les narra una historia que de algún modo roza zonas indecibles de la vida de esos pibes chorros. Narra para no morir pero también por algo que no termina de comprender.
Laura será también narradora y contará a su modo, desde el punto de vista de una de las integrantes de la banda lo que entendió que les pasó en esos días de junio. Son traicionados. Seba decide ayudarlos y se escapa con los dos que sobreviven a una nueva balacera. Viajan a la Isla del Cerrito y allí aparece la otra trama, la de un Chaco desconocido para esos tres personajes. Ahí en la mítica Isla del Cerrito, en la confluencia de dos ríos poderosos que se tocan pero cuyas aguas nunca se mezclan, azules las del Paraná, rojas las del Paraguay, aparecerá la segunda coordenada tempo espacial a partir de los papeles de un sobreviviente de la Batalla de Acosta Ñú, librada por niños paraguayos en agosto de 1869, escritas en Asunción, en guaraní por Crescencio, un anarquista perseguido por la policía paraguaya, en 1901 en las horas previas a su muerte, y traducidas por Julia al español, descendiente de Crescencio, la ex mujer de quien le narra esa historia a Seba, Victorio, también un ex combatiente de Malvinas, en cuya casa van a parar.
Aseguró que las dos tramas se tocan como las aguas de esos ríos y ese roce define los sentidos de ambas, pero como el Paraná y el Paraguay no se mezclan. La clave está en las ficciones que sostienen las subjetividades de los personajes. Y en un relato elíptico que narra, fragmentariamente qué sucede durante esos días de junio del 2002 con los migrantes campesinos venidos del interior, la mayoría de ellos indígenas, que rodean la Plaza Central y que despiertan el miedo social manipulado por los medios de comunicación. Porque si hay una zona aún cuasi cero de narración en el Chaco –y en la Argentina- es la del mundo indígena.
Finalmente, afirmó que ambos ríos, el Paraná y el Paraguay, hablan de por sí por lo que la obra se centra en ambos.