En el pabellón B de la Penitenciaría Nacional, más conocido como Remar, Santiago Melgarejo Garcete, privado de libertad, le ganó la batalla a la drogadicción y dejó atrás un mundo de delincuencia. Hoy, repara aparatos de refrigeración que funcionan dentro de Tacumbú, y como líder espiritual reúne a más de 500 personas privadas de libertad (PPL) que buscan reorientar sus vidas.
“Aquí contamos con todo para cambiar. Yo terminé el colegio, me puse a trabajar como técnico en refrigeración y después vino lo mejor, cuando me aferré a Dios, porque Él fue mi tabla de salvación”, confesó el interno que desde los 17 años estuvo esclavizado por la cocaína y el alcohol perpetrando delitos de robo agravado que acabaron costándole una condena de 9 años. Pero está arrepentido, dice Santiago, que es de Caaguazú, tiene 29 años y le restan 5 meses para quedar en libertad.
En sus trabajos como técnico, se ocupa del mantenimiento y reparación de aparatos de refrigeración, poniendo en práctica lo aprendido de jovencito en el taller service de sus tíos.
Muy temprano por las mañanas, le ocupa ser líder espiritual de la Iglesia Evangélica Cuerpo de Cristo para generar nuevos hijos en la fe, lo hace con convicción y credibilidad a juzgar por los gestos con que sus compañeros le saludan mientras camina por el pabellón; y es que éstos no dejan de caer en el asombro de su extraordinario cambio. Unas 20 personas privadas de libertad del sector a diario se acercan y aguardan sus consejos, pero son más de 500 los que acompañan sus enseñanzas.
Con miras a la reinserción social, el Ministerio de Justicia implementa dentro de las penitenciarías programas educativos y programas de contención espiritual mediante el apoyo de varias congregaciones religiosas y ONGs, tal es el caso de la Fundación Remar que desde el año 2.000 beneficia a unas 700 PPL en Tacumbú. Este programa también se extiende a las penitenciarías de Emboscada y Buen Pastor y, en la actualidad llega a 1.000 personas privadas de libertad.