Los artistas cubanos son también referentes del jazz. Desde hace un siglo han inspirado a sus contemporáneos y a generaciones posteriores. De hecho, La Habana fue la capital del Día Internacional del Jazz en 2017. La fusión con elementos propios permitieron a los músicos de la isla crear un estilo singular. Los íconos de hoy lo explican a Sputnik.
«Nuestra música es, por derecho propio, un símbolo de cubanía y una de las manifestaciones que más nos define a nivel mundial. El archipiélago antillano ha exportado más de 20 géneros, entre ellos, mambo, chachachá, mozambique, las diversas variantes de la rumba y el danzón. Pero lo más importante resulta la defensa de sus orígenes desde la honestidad», resalta a Sputnik, el renombrado pianista Alejandro Falcón.
Pero ¿existe el jazz cubano como género?
Para entender el estilo propio del jazz cubano, Sputnik entrevistó a algunas de las figuras de Cuba más emblemáticas de la actualidad.
Roberto Fonseca
En la búsqueda de una voz propia, íntima y personal, los músicos, principalmente los jazzistas, experimentan la incomprensión. Sobre todo, aquellos que, en ese camino, renuncian a mercados y tendencias, «entonces eres rechazado o muy bien recibido por la forma distintiva en la cual expresas e interpretas ese arte y lenguaje universal».
El pianista Roberto Fonseca (1975), máster en composición por el Instituto Superior de Arte de Cuba, ha navegado en esas dos aguas. «Sufres cuando las personas no entienden esos ritmos que salen de muy dentro. Cuando no copias, aunque recibas múltiples influencias, y creas algo original, esperas que te den la bienvenida y eso, a veces, no sucede», asegura.
Desde pequeño, hijo de la cantante y bailarina Mercedes Cortés y el baterista Roberto Fonseca, escuchó en su casa diversas sonoridades: jazz, folclore, boleros y el repertorio clásico. Con 11 años descubrió los ecos urbanos y la improvisación, esta última apreciada por él como un medio para visibilizar y experimentar estados emocionales.
«Fue entonces cuando decidí que el jazz fuera parte de mi vida como sentimiento de libertad y herramienta de comunicación mediante la música. Formé grupos de ese género en la escuela, sin mucho dominio, pero sí con el interés del estudio y el aprendizaje. Después, ya en el nivel medio, exploré sus sonoridades, más allá del jazz tradicional americano”, afirma.
Especialmente conmovido por la destreza del trompetista y compositor estadounidense Miles Dewey Davis (1926-1991), Fonseca incursionó también en la mezcla de ese estilo con el rock, los boleros de la nación caribeña, los acentos afrocubanos y ancestrales. Define su forma de tocar como percusiva desde la improvisación rítmica y el minimalismo.
«Una vez le preguntaron al propio Davis qué estilo interpretaba y respondió: ponle el nombre que quieras. Soy graduado de música clásica y puedo tocar las obras de Serguéi Rajmáninov, Johann Sebastian Bach y Ludwig van Beethoven, pero prefiero buscar colores en la música e incluir espacios o silencios, soy muy sensible a la armonía», reconoce.
La inspiración emana de su propio entorno: «Una hoja que se mueve, una ola, una persona que camina», de ahí ese estilo perfectamente reconocible, y la historia nace en el silencio de su habitación donde la melodía es la protagonista y reflejo inexorable de su vida. Cuba siempre está presente en ese diálogo intercultural.
Considera que el jazz creado en la mayor de las Antillas gana terreno a nivel internacional pues «todos quieren saber qué hacen los músicos cubanos y una de las intenciones del Jazz Plaza es, precisamente, despertar el interés en el artista foráneo, la necesidad de visitar el país, aprender y tocar con nosotros», afirma el pianista.
Su sueño es que los músicos del mundo visiten Cuba para vivenciar las sonoridades y prácticas culturales emanadas de celebraciones típicas como las fiestas de santo, los toques de rumba, las festividades campesinas o los conciertos de música tradicional, inclusive el ballet y las obras de teatro.
Fuente: Agencia de noticias Sputnik.